viernes, 23 de abril de 2010

¿Qué sabes de la Procrastinación?




La palabra procrastinación, proviene del latín, donde pro quiere decir adelante y crastinus hace referencia al futuro. El concepto se asocia con la posposición, definido como el hábito de postergar actividades, responsabilidades o situaciones, sustituyéndolas por otras que son menos relevantes, y sin embargo, más agradables.

Se pueden distinguir tipos de procrastinación:
1) Por evasión: Relacionada con el miedo al fracaso, directamente ligado con la autoestima.
2) Por activación: Postergar una tarea hasta que el realizarla sea la única opción.
3) Por indecisión: Quienes de tanto pensar en cómo hacer la tarea debido a un problema de indecisión, finalmente terminan perdiendo el tiempo.

Se argumenta que éste sería un problema con un gran trasfondo, asociado a un trastorno del comportamiento, que se encuentra relacionado con la poca tolerancia a la tensión, ya que aquellos actos o tareas que se perciben como difíciles, tediosas o aburridas, se prefieren postergar por otras actividades que son menos estresantes, ante lo cual el sujeto autojustifica su acción. Todos probablemente caemos de vez en cuando en la procrastinación; el problema es cuando esto se vuelve una costumbre.

En todos estos casos, ocurre que lo que es urgente, se posterga por aquello que repentinamente parece ser importante.

Como educadores, la pregunta que ahora debería surgirnos es...
¿Cómo evitar este tipo de trastornos en nuestros alumnos?
Si trasladamos esta definición al ámbito de la educación, se tendrá que las consecuencias pueden ser muchas, llegando algunas a ser determinantes en los aprendizajes de los alumnos de manera transversal.
Para evitar este tipo de trastornos, nuestro rol como docentes puede llegar a ser fundamental. De partida, debe ser el profesor quien debe empezar por planificar sus clases y establecer fechas con sus alumnos que deberán ser cumplidas, de manera que éste sea un ejemplo. Un docente que no planifica ni cumple con lo propuesto y exigido, provocará en sus alumnos relajo y poca seriedad ante la enseñanza.
También es importante que reforcemos la autoestima de los alumnos para que éstos se sientan capaces frente a las tareas y no tengan problemas de frustración o estrés que los lleven a desarrollar más tarde una conducta procrastinadora. Para esto, debemos estar constantemente demostrándoles que son siempre capaces de aprender y que errar no es sinónimo de fracaso. Debemos también estar alertas y preparados para actuar frente a un alumno que esté padeciendo este tipo de trastornos.


Basándonos en explicaciones estadísticas, se ha establecido que este trastorno es padecido por alrededor del 90% de la población, sin embargo, sólo un 25% lo padecería de forma crónica. Si a esto agregamos que estudios también han demostrado que alrededor del 75% de los estudiantes la padecen, si nos basamos en una explicación de tipo estadística como la propuesta por Paul Lazarsfeld, deberíamos ser concientes que lo más probable es que más de la mitad de nuestros alumnos puedan desarrollar este hábito, ante lo cual nuestro rol como docentes es ser concientes de la importancia de nuestra intervención como educadores para su impedimento en nuestras aulas, sobretodo tomando en consideración que los avances tecnológicos, algo tan cotidiano y asequible para los alumnos de hoy en día, es un factor propulsor de la procrastinación.